Analizar, pensar, sopesar, volver a darle otra vuelta…y
pensar, y más pensar.
Hay días así, en los que te metes en una rueda de la que no
te puedes bajar, que da vueltas y vueltas sin que llegues a ninguna parte. Pero
siempre aparece algo que te marca con un destello, aunque sea tenue, el camino
que llevabas.
¿Por qué nos empeñamos en hacernos la vida tan complicada? A
saber. Quizás porque lo tenemos ya en nuestro ADN incrustado, pero el caso es
que las cosas, en la teoría, se manejan siempre de manera sencilla, como el que
soluciona los problemas de la política mundial sin separarse de la barra del
bar.
A veces, cuando estamos enredados en esa maraña de
pensamientos en los que nos dejamos arrastras por la presión, el agobio de las
obligaciones, el estrés... todo eso no nos deja ver lo verdaderamente importante.
¿Y qué es? Para cada uno, lo que sea importante…para mí, que estamos aquí dos
días contados y que no merece la pena malgastarlos en la mayoría de las cosas
en lo que lo hacemos a diario. Que vivimos una vida impuesta, en muchas
ocasiones, y no por los de afuera, sino por nosotros mismo, por nuestras
barreras mentales.
Yo me paso el día de pelea con ellas y conmigo mismo desde que decidí coger un avión que aumentase mis inseguridades en mi rutina. Me enredo, me enredo y me dejo arrastrar por la corriente de agobios, de estrés, de obligaciones, y entre medias me pierdo los ratos que tengo para vivir. Malgasto mis días pensando en que venga el día siguiente, o el fin de semana, o las vacaciones, y no me doy cuenta de que el tiempo hasta que eso llega, lo sufro, no lo vivo. Y soy consciente de ello, pero el peso de las cosas me desborda, y me cuesta salir arriba, a tomar aire, porque me vuelvo a meter en la marea de cosas, y no veo que, al final, nado en círculos.
Yo me paso el día de pelea con ellas y conmigo mismo desde que decidí coger un avión que aumentase mis inseguridades en mi rutina. Me enredo, me enredo y me dejo arrastrar por la corriente de agobios, de estrés, de obligaciones, y entre medias me pierdo los ratos que tengo para vivir. Malgasto mis días pensando en que venga el día siguiente, o el fin de semana, o las vacaciones, y no me doy cuenta de que el tiempo hasta que eso llega, lo sufro, no lo vivo. Y soy consciente de ello, pero el peso de las cosas me desborda, y me cuesta salir arriba, a tomar aire, porque me vuelvo a meter en la marea de cosas, y no veo que, al final, nado en círculos.
Me fijo en los niños y para ellos, la marea en la que yo
nado, es un parque acuático, un mar de oportunidades, de aventuras, de reducir
la vida a lo más simple para disfrutarla a tope, y me quedo embobado mirando, y
me digo lo tonto que soy.
Porque mañana ya no estamos. De repente un día no estaremos,
y solo quedaremos en fotos, y pensaremos en lo tontos que hemos sido, en la
cantidad de cosas que hubiésemos hecho diferentes de haber sabido que la vida
son dos días, y que es absurdo vivir para sufrir, para amargarnos. Que ya se
encargarán otros de hacernos nuestra rutina insufrible y, en el fondo, la
mayoría de nosotros, yo mismo, no sabemos ni lo que es pasarlo realmente mal.
Con el nuevo horizonte de la edad, me queda un montón por
aprender. El día que sepa disfrutar de un simple rato sentado en un banco, de
un café, de una tarde “aburrida” con lluvia fuera…quizás ese día me habré dado
cuenta a tiempo de lo cerca que lo tenía. O quizás, sea tarde para haberlo
sabido.
Lo que tengo claro es que no me gustaría tener esa sensación
de arrepentimiento y estupidez de mí mismo, al verme a lo largo de los años y
pensar que debía haber sido de otra manera.
En los momentos complicados dicen que salen las verdaderas
emociones. Yo no paso realmente por ninguno de ellos; otros cercanos sí, y
quiero que el enredo diario en el que me veo envuelto, me deje decirles a todos
que, aunque no estoy a su lado, estoy con ellos, y que lo que más me gustaría
sería pasar una tarde aburrida en un
sofá, simplemente por el hecho de poder disfrutarla. Tengo que aprender cómo
salir del enredo para dedicarme a las cosas importantes. Espero que no me
quiten el sofá.