miércoles, 24 de octubre de 2012

ASIDEROS

¿Con qué te quedas esencialmente para que tu ánimo y tu espíritu no se despeñen? ¿Qué es fundamental para que las personas podamos encontrar el equilibrio emocional?

Uno siempre busca asideros en su día a día para que no se desmorone el suelo que tiene bajo sus pies. O, al menos, yo lo hago.

Debes quitar demasiada costra, demasiadas capas hasta llegar a la dermis, o más allá,  del asunto. Creo que, en esa búsqueda, todos anhelamos encontrar cariño, felicidad y desarrollo personal. Más allá de esos tres aspectos, existen mil y un matices y estudios psicológicos que uno desconoce pero, el sentido común me dice que, todos queremos que nos quieran y respeten, para, a través del cariño, encontrar la felicidad y sentirnos plenos como personas.

Son tiempos oscuros que hacen que la búsqueda de esas cosas se tenga que hacer en la penumbra, con poca luz, con poca visibilidad, y siempre intuyendo dónde o hacia dónde mirar y si las personas que nos rodean son las adecuadas para encontrar esos pilares básicos.

Creo poder decir que soy afortunado por tener o haber tenido, gente a mi alrededor que me ha aportado, en algún momento, gran parte de la felicidad que me ha permitido no revolcarme por los campos del desánimo. Incluso, estando en ellos, siempre he tenido una mano que me ha levantado.

Todos tendemos a pensar que la familia es lo más importante. Siempre en términos lógicos y bajo criterios preestablecidos de filiación a un grupo fundamental para nosotros. No obstante, cabe matizar que, la familia, en muchas ocasiones, es fuente de dichas, pero también de gran sufrimiento.

En cuanto a las amistades, uno no sabe qué responder a la pregunta de si te eligen o las eliges. Casi es más un pequeño puzzle en el que vas encontrando piezas que encajan y a las que adherirte para reconfortarte, para sentirte parte de un grupo (esa necesidad animal) con el que identificarte. También soy afortunado en ese sentido porque, a lo largo de mi vida, he encontrado y tengo a mi alrededor, personas que contenían esa base fundamental, esas esencia, que uno busca en su deambular vital. Con ellos no solo cueces, sino que enriqueces.

Y es fascinante pensar en las mil casualidades que deben darse para cruzarte con alguien con el que, finalmente, puedas entablar amistad. Pero, además, es más increíble aún lo trabajoso y reconfortante, a la vez, que puede ser mantener esa nueva relación que surgió un día de la nada. Buscas exprimir el asunto, separar el grano de la paja, para quedarte con lo fundamental, lo válido de ese roce, y que eso sea lo que queda en ti, lo que te permite agarrarte para no venirte abajo.

Pero uno no tiene tiempo en el día a día para profundizar tanto en pensamientos tan gordos, tan espesos. Uno lo hace todo de manera mecánica, como conducir o montar en bicicleta. Son esos mecanismos de aprendizaje que nos dan tantos años de evolución y que, cuando das un pequeño paso a atrás, para coger perspectiva, como ahora con esta reflexión, sientes lo importante que son en tu vida, como tu sistema inmunológico, tu capacidad de aprendizaje o tu destreza con los objetos. Algo fundamental para sobrevivir en el día a día. 


Hoy pienso en lo que pierde uno cuando en su día a día, determinadas personas dejan de formar parte de su rutina, y el nuevo abanico de ejercicios interiores que, por ese motivo, se te desvelan y contra los que no sabes si estarás a la altura (intuimos que sí). 

Sería bueno, otro día, reflexionar sobre el conformismo y la rutina, fuentes de aparente seguridad pero de pérdida de evolución.



jueves, 16 de agosto de 2012

FUNDIDO EN NEGRO


Te levantas, tomas tu café, miras las noticias en el móvil, te arreglas, te vas al trabajo, comentas con tus compañeros, comes, piensas, en el camino de vuelta, que las cosas no pueden seguir así, que han de cambiar, te acuerdas de la hipoteca, de los recibos, crees que no lo vas a conseguir, que no vas a llegar…

NO ESTÁS
Y, a la mañana siguiente, no suena el despertador, no hay que levantarse. Buscas a la gente, y la gente no estás. Está todo oscuro, muy oscuro. Y tú… tú no estás. Y no te has dado ni cuenta.

Porque fue un día como otro cualquiera, un día normal sin sospechas de que iba a ser el día. Porque nadie pensaba que pudiera serlo. Ni tú mismo, que vivías con tantas preocupaciones en la cabeza, con tantos planes, con esa sensación de inmortalidad o de lejanía, como si nada fuera con uno… Y ese día, de repente, se presentó.

Y aparecieron muchas lágrimas y muchos vacíos en las personas que te querían y te apreciaban, que contaban contigo en sus días, en su rutina… Y ya no pueden contar más.

Y, entre tanto, tú no te diste cuenta de que estabas equivocado, de que le diste demasiada importancia a todo, menos a lo importante, precisamente por esa idea que tienes de aplazar el problema, de que son otros los que lo sufren, pero tú no. Y es mejor, pero no te ayuda en tu día a día. Porque debiste pensar que esto eran dos días y que tenían que estar llenos de grandes momentos, para que la huella que dejaras marcada, fuera imborrable, para ti y para todos los que te conocieron, que no fuera una pena, sino una celebración a tu salud… pero no supiste. No supimos.

Sientes que te has ido de la fiesta en lo mejor, que te han echado y no lo esperabas, que todavía te quedaba por bailar un buen rato y que, mientras otros aún lo siguen haciendo, tú esperas, sin saber bien dónde y a quién, pensando que podías haberlo hecho mejor, que, de tener otra oportunidad, tratarías de hacerlo mejor.




viernes, 13 de julio de 2012

UN DÍA TRISTE

No sabía que hoy iba a ser otro día triste, de esos en los que uno piensa que nada de lo que ocurre puede ser cierto y que es todo “un sueño de Antonio Resines”.

Me he despertado recordando una conversación de cuando era pequeño, con mis amigos del barrio, en una tarde de verano caluroso bajo la sombra de unos árboles mientras hacíamos perrerías a unas hormigas.

Uno de mis amigos me preguntaba que, si tuviese la posibilidad de que se me concedieran tres deseos, qué pediría. La verdad es que no recuerdo bien qué contesté, pero sí recuerdo lo que mi amigo me dijo, muy inteligentemente; “si tuviera tres deseos, pediría que, con el tercero,  me concedieran tres más”. Me quedé helado. ¿Cómo había llegado a esa conclusión tan grandiosa y cómo no se me había ocurrido a mí también?

La cosa es que me quedé pensando varios días sobre ello (se me ha ido de las manos, y, mira tú; hasta hoy, sigo dándole vueltas) y empecé a divagar sobre qué habilidades me hubiese gustado tener; que si ser invisible, que si ser inmortal, ser muy fuerte… en fin, todo lo que los comics me habían podido meter en la cabeza. Pero, una de las cosas que más me llamaba la atención era poder tener el don de convencer a la gente de que, únicamente pudieran hacer cosas buenas. Así de imbécil podía ser de pequeño (y algo me ha quedado a día de hoy), pudiendo dominar las mentes de la gente en mi maquiavélico beneficio, voy yo, y decido hacer el bien, y sin sacarme los calzoncillos por fuera.

El caso es que, tal y como estamos hoy, con la de estacazos al sentido común, la educación, la ética, el ánimo de la gente, que nos deleitan cada día los que nos dirigen, he amanecido con aquella idea, pensando en que, todos y cada uno de los políticos que participan de esta gran casta de privilegiados, (in)capaces de, sin que uno lo desee, hundir una vida (o varias) sin despeinarse y pensando en lo que hay para cenar esa noche, albergarían en su interior, aún a pesar de esa maldad intrínseca que guardan en lo más profundo, el casto y sano principio del bien, para que, a la hora de gestionar las vidas de este país, se dirigiesen a nosotros con frases como:

-         “Estimados ciudadanos: dado que nos debemos a vosotros, no podemos dejar las vidas de las personas que componen este país, a la deriva, sin un asidero en el que depositar sus puntos de partida, por lo que vamos a llevar a cabo una verdadera gestión de los medios y recursos de este país y lo vamos a dejar en manos de gente cualificada para ello, gente que conozca a la perfección cada área, cada aspecto de la globalidad que se maneja en la gestión de un país, para que, con los más cualificados, podamos autogestionarnos, sin dependencias externas más allá de las relaciones estrictamente necesarias entre países, aludiendo siempre al bien común, eliminado a todo aquél que no funcione bajo tal precepto y defienda lo unitario, el beneficio personal y su lucro, con la verdad siempre en la mirada, pudiendo dirigirse a cada ciudadano con la certeza de haber dado lo mejor de sí mismo en aras de esta idea, donde la igualdad entre todos, hombres y mujeres, no sea un concepto, sino una realidad, que no se limite a creencias o condiciones, ya sean ideológicas, religiosas, de sexo o de cualquier otro tipo. Una sociedad, no un mundo perfecto, un conjunto de personas que pueden vivir las unas con las otras respetando lo que les hace únicos a cada uno, para ser una gran masa compacta, en la que las oportunidades y recursos para que cada ciudadano pueda decidir su propio camino, estén, precísamente, destinados a ese camino, donde quienes rijan y gestionen dichos recursos, velen por que éstos estén asignados con criterios de igualdad y solidaridad.
Vamos a dejar paso a todos aquellos que se sientan preparados para esta tarea, y vamos a aprender de ellos, desde la mayor humildad con la que una persona puede vivir. Y vamos hacerlo por respeto a todos y cada uno de los ciudadanos que un día depositaron su confianza en nosotros.

Les deseamos suerte y, sobre todo, pedimos disculpas por todos los errores que cometimos y por los que asumimos las consecuencias que de ellos se deriven”

Estoy convencido que algo así ya lo pensaron muchos otros, más listos y grandes, y a los que la historia ha reconocido y recordado más de lo que lo hará conmigo, pero ése, y no otro, es el mundo que me gustaría que mis hijos conocieran. Ése es el que yo no seré capaz de dejarles, porque no me habré levantado nunca en contra de todos aquellos que tratan de impedir que eso ocurra. No me habré llevado un golpe de los represivos, no me habrán detenido por mis ideas, no me habrán acusado falsamente, no me habrán insultado y vilipendiado para hundirme… No lo habrán hecho porque no me habrán visto nunca.

Yo sólo hablo. Pero el movimiento se demuestra andando. Y aún no sé si he dado algún paso, quizás por miedo, quizás por comodidad, quizás por falta de compromiso y coherencia conmigo mismo. Quizás por todo y quizás por nada. Yo sólo sé que escribo lo que siento y pienso, pero que no sé transformar, en mi día a día, ese movimiento en potencia, en acto. Y que no me siento bien por ello.

Sólo quiero tratar de hacerlo bien y que se me permita equivocarme. Tener la humildad suficiente como para reconocer mi error, y no repetirlo porque habré aprendido de él. Y con todo, poder dejarles algo, aunque sean estas letras, a los que después de mí, vienen, Y que tengan la posibilidad de conocer eso que yo quisiera haber sabido poder darles, pero que me pasé la vida aprendiendo cómo hacerlo. 

lunes, 25 de junio de 2012

Galería de Flickr


 



La galería de guroza en Flickr.
Puedes encontrar aquí las fotos mostradas...

VERSIONADO


Una de las secciones que me gustaba hacer en la v 1.0 del blog era las versiones de algunos temitas conocidos por parte de algunos grupos no tan conocidos. No es que mi conocimiento musical sea muy amplio pero, de vez en cuando, alguna cae en mis manos como para poder colocarla aquí.

Se admiten peticiones.


Eleanor Rigby_Thricehttps://youtu.be/cAhFUXOxm_w


sábado, 23 de junio de 2012

NOSTALGIA

Hay algo que digo ahora con frecuencia y es que los niños me han hecho mayor. No llego, ni de lejos, a los cuarenta, pero uno empieza a ver signos de que la vida de joven se le va alejando, a pesar de los intentos de amarrarse a ella, en ocasiones desesperados.



Me veo reflejado en tantas cosas con ellos, en tantos comportamientos, en tantos gestos y, a la vez, me vienen a la memoria tantas cosas de mis padres, que es ahora cuando me doy cuenta del valor de aquellas palabras. Es genial pensar que puedes decir algo que, pasado el tiempo, atravesando las fronteras de lo cuántico y desafiando a Einstein, vienen del pasado al futuro como si nada, pero mostrando todo el peso y todo el valor que tenían. 

Son frases, situaciones, momentos de lo cotidiano, que se repiten, con otros actores pero, en el fondo, son lo mismo. Con los mismos miedos, las mismas expresiones (juré que no repetiría algunas frases lapidarias e inevitablemente, vienen a mi boca como pronunciadas por mis padres), los mismos errores que pretendía no cometer y mejorar (¿¿no decían que se aprende mejor cuando la lías que cuando aciertas?? Debe ser que estamos avocados a repetir cíclicamente nuestra historia, cagadas incluidas). 

Me gusta pensar, además, que uno no pierde el poso de lo que le ha ido acompañando siempre, que, a fin de cuentas, forma parte de su identidad. Me gusta seguir disfrutando de cosas que, para muchos, pueden ser infantiles, o no bien vistas en el mundo adulto (en otra ocasión debería hablar de los modelos conceptuales de nuestra sociedad, plagados de hipocresía), pero que, con los niños, uno aprende a revivir y evocar como el primer día. 

Llego a la conclusión de que, sin yo quererlo, me voy asomando al mundo "viejuno", ese en el que los niños miran a sus padres como si fueran bichos raros en ocasiones en el momento de contar batallas. Y, mira tú, aún recuerdo una tarde con mis abuelas, contándonos cómo fue aquello de vivir en una Guerra Civil. Entonces me aburrían esas historias y, ahora que una de ellas no está, anhelo el poder seguir escuchando cada palabra de todas aquellas magníficas secuencias, tan perfectamente narradas, que ahora no puedo tener.

Definitivamente, creo que me he hecho mayor.

miércoles, 20 de junio de 2012

(DES)AGRADECIDOS

Es algo curioso cómo funcionamos en esta sociedad y, más en concreto, en la española, que es la que me ha tocado. Somos una especie rara, donde el adjetivo "peculiar" se nos queda corto. 

Si tuviera que destacar tres rasgos que definan la personalidad general de los españoles creo que me decantaría por cotillas, (des)agradecidos y sabelotodos - en otra entrada procuraré destacar algún aspecto positivo, que, digo yo, alguno tendremos -

Nos encanta meternos en los calzoncillos de todo el mundo, conocer sus miserias y ponerlas a parir (porque eso nos hace sentir mejor, ya que no tenemos que mirar las nuestras) y, además, opinar absolutamente de todo, aunque no tengamos ni idea de lo que hablamos o no nos haya dado tiempo a formarnos una sobre algún tema en especial...

Pero, casi me molesta más la de desagradecidos. 

Se da el caso que uno, en su trabajo, trata de hacerlo lo mejor posible, máxime cuando la dedicación de un servidor es hacer casitas para que la gente desarrolle en ella sus vidas. Mi filosofía es que cada casa es la de uno mismo y que las cosas deberían quedar, al menos, como a uno le gustaría en su propia casa. A nadie le gusta ver sus enchufes torcidos, sus azulejos desconchados, o una puerta arañada. 

Siguiendo esta máxima, mi compañero apuntaba con muy buen criterio que, antes (marcaremos un hito para ubicarnos en el tiempo: antes de perder el sentido común) se estilaba agradecer al maestro la labor desempeñada con los hijos, o al médico el habernos sacado de un apuro con la salud, pero, mira tú: a la gente que te entrega una casa se la valora por "la pasta que me habéis sacado", como si los que estamos todos los días en el trabajo impusiésemos los precios...Esos son otros. 

A colación de lo anterior, cabe destacar que andamos metidos en un regalo común para agradecer a la profesora de la guardería lo contentos que hemos quedado con el trato y cariño recibido con los niños. De ahí que uno piense: y si valorásemos algo más la labor de aquel que tenemos más cerca? 

Hace unos días, me quedé esperando en el coche a que se despertaran los niños, mientras mi mujer compraba. En ese tiempo, mi atención se fijaba en un barrendero del Ayuntamiento que, esa tarde de fin de semana, en lugar de estar con su novia, su mujer o sus hijos, estaba trabajando porque aquella calle quedara limpia, no sólo de restos, sino de raíces que acababan levantando la acera (algo que, posteriormente, me acabaría repercutiendo a mí, porque me freirían a nuevos impuestos para arreglar esa acera). La calle podría medir, tranquilamente, 3 Km, y el barrendero llevaría algo más de la mitad... Pensé en ello y quise bajar del coche para decirle que, si no lo había hecho nadie antes, yo sí le agradecía su labor, que consideraba importante para mí. Supongo que se habría quedado con una cara de estupefacción completa. 

En esta pérdida de valores galopante en la que anda metida esta sociedad, de lo inmediato y lo material, parece hasta necesario tener un minuto de sosiego y aclarar la mente con cosas no demasiado profundas, pero que nos ayuden a limpiar un poco el espíritu (si existe), la conciencia (si la tenemos) o las ideas (si las formamos) sobre qué hacemos y qué podemos hacer para sentirnos un poco mejor. 

Quizás escuchando esta canción, algo cambie...

miércoles, 6 de junio de 2012

Una luz de esperanza

EL MONSTRUO Y LA ESPERANZA


Los nubarrones que hace unos meses sentíamos como aún algo lejanos y que, a día de hoy, son una verdadera tormenta de ácido que cae sobre nosotros, desgastándonos nuestra paciencia, nuestro ánimo, nuestra moral y nuestro espíritu, no nos dejan ver que, allá fuera, otra vida es posible. Una vida diferente,  donde la palabra CRISIS y sus tentáculos, que se extienden a todos los rincones, no sólo afecte a unos, mientras otros, son capaces de vivir ajenos a ella, no lo acaparen todo,una vida donde no se despierte ese monstruo que devora futuros y esperanzas a diario.

Ese monstruo ya ha llegado, alimentado por todos los que, en su día, quisieron mirar para otro lado. Los mismos que ahora se miran unos a otros, buscando culpables, sin saber qué hacer, y dejando que sean los demás los que den el primer paso para liberanos de él, contándonos historias que, a base de repetirlas, creen, se van a convertir en realidad.

Y, entre todas las cosas horrorosas que a diario nos invaden, gracias a los medios de comunicación (a veces uno se plantea qué es la verdadera libertad de expresión y si, para que sea precisamente, eso, libre, no deberían filtrarse determinados contenidos absurdos, supérfluos e irrelevantes para miles de personas que, a día de hoy, comienzan una pesadilla cada mañana, al despertarse, pensando: ¿qué será hoy de mi vida?), existen historias, verdaderas historias de gente que, a pesar de todo, no borran su sonrisa de la cara ni pierden eso que todos llamamos esperanza, que, para algunos, no es más que un anhelo irreal de algo que, materialmente, es imposible alcanzar.

Se desprende cierto aire poco optimista de todo esto, pero el panorama no ayuda a ser una de esas personas que cree que, con esfuerzo y voluntad, casi todo es posible en la vida.

A mí me da por pensar, a veces, hasta qué punto somos libres de decidir qué queremos hacer en la vida y con nuestra vida. Y llego siempre a la conclusión de que mi libertad nunca será plena, nunca podré optar a desarrollar mis ideas y mis actos de manera completa, ya que, en la mayoría de los casos, cualquier decisión que tome, siempre estará limitada por algo o alguien que, de entrada, no sabe que existo, pero que ya se ha encargado de coartarme y cargarme con problemas y limitaciones que yo no he decidido tener.

Pienso mucho en los años de instituto y universidad, donde pensabas que estabas trabajando para un fin mayor y mejor que sería poder decidir qué hacer con tu vida y cómo ganártela de la manera más digna, honerosa y gratificante posible. De momento, creo que sólo alcanzo el primero de los objetivos.

La idea es ¿por qué no nos dejan llegar a los otros dos? ¿Por qué tenemos que poner nuestra libertar a disposición de aquellos que juegan con nuestro futuro sin llegar siquiera a conocernos? ¿Por qué, si no queremos que el monstruo que han creado, nos devore, no podemos ponerlos a ellos en primera fila y que sean la tajada a la que fagocitar? ¿Por qué tengo que quedarme viendo el barco hundirse mientras los que lo han hecho naufragar, han copado todos los botes? Ese barco era mi futuro. El mío y el de muchos más, que somos los que, ahora, debemos esperar la luz del faro, mientras los demás ya han llegado, hace mucho, a la costa, sin problema.

Miras de reojo, no vaya a ser que, al final, sea el monstruo, y no la esperanza, el que, finalmente, se apodere de ti, y te haga dejar de nadar para llegar a la orilla.