jueves, 16 de agosto de 2012

FUNDIDO EN NEGRO


Te levantas, tomas tu café, miras las noticias en el móvil, te arreglas, te vas al trabajo, comentas con tus compañeros, comes, piensas, en el camino de vuelta, que las cosas no pueden seguir así, que han de cambiar, te acuerdas de la hipoteca, de los recibos, crees que no lo vas a conseguir, que no vas a llegar…

NO ESTÁS
Y, a la mañana siguiente, no suena el despertador, no hay que levantarse. Buscas a la gente, y la gente no estás. Está todo oscuro, muy oscuro. Y tú… tú no estás. Y no te has dado ni cuenta.

Porque fue un día como otro cualquiera, un día normal sin sospechas de que iba a ser el día. Porque nadie pensaba que pudiera serlo. Ni tú mismo, que vivías con tantas preocupaciones en la cabeza, con tantos planes, con esa sensación de inmortalidad o de lejanía, como si nada fuera con uno… Y ese día, de repente, se presentó.

Y aparecieron muchas lágrimas y muchos vacíos en las personas que te querían y te apreciaban, que contaban contigo en sus días, en su rutina… Y ya no pueden contar más.

Y, entre tanto, tú no te diste cuenta de que estabas equivocado, de que le diste demasiada importancia a todo, menos a lo importante, precisamente por esa idea que tienes de aplazar el problema, de que son otros los que lo sufren, pero tú no. Y es mejor, pero no te ayuda en tu día a día. Porque debiste pensar que esto eran dos días y que tenían que estar llenos de grandes momentos, para que la huella que dejaras marcada, fuera imborrable, para ti y para todos los que te conocieron, que no fuera una pena, sino una celebración a tu salud… pero no supiste. No supimos.

Sientes que te has ido de la fiesta en lo mejor, que te han echado y no lo esperabas, que todavía te quedaba por bailar un buen rato y que, mientras otros aún lo siguen haciendo, tú esperas, sin saber bien dónde y a quién, pensando que podías haberlo hecho mejor, que, de tener otra oportunidad, tratarías de hacerlo mejor.




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