sábado, 17 de febrero de 2018

De recuerdos y tragedias

Dos horas de coche diarias (si no más) dan para mucho en el trayecto. Y una de las cosas para lo que dan es para escuchar música. Y no una música cualquiera, sino la música que durante años ha sido la que me ha marcado y, supongo, definido parcialmente.

Uno de los discos que he vuelto a escuchar ha sido el Vs, de Pearl Jam. Sin duda, mi grupo favorito, y al que, curiosamente, no he visto nunca en directo (este año, en Madrid, pinta que tampoco podrá ser). Recuerdo de este disco, cuando salió, que fue el que me descubrió al grupo, que ya llevaba un rodaje interesante y desconocido para mí por aquel entonces. Ponían a todas horas la canción Daughter en la radio y yo flipaba con lo que me provocaba. Intuyo que tendría 15 o 16 años y me quedé alucinado con lo buenos que me parecía. Llevaba un par de años, con el paso al instituto, escuchando música a diestro y siniestro. Todo lo que me copiaban, me dejaban, me comentaban o ponían en la radio me parecía la leche.

Resultado de imagen de cinta tdkEl que compraba los discos en casa era mi hermano y yo, por ende, escuchaba su música, que no me disgustaba y gracias a ella empecé a tener más inquietud por saber y conocer más grupos. Al no tener mucho dinero casi nunca, tenía que andar siempre pidiendo una copia en una TDK de 60 para poder disfrutar de los nuevos discos. Modo gorrón a tope dada la precariedad (un saludo a los amigos del billete de 1000 ptas. del que me encariñaba tanto, que me daba palo cambiarlo. Gracias por la paciencia). El caso es que después de Daughter pude escuchar la que creo es una de mis canciones favoritas, como Rearviewmirror. Pero no me quedé ahí y quería saber más sobre el grupo en cuestión. Hasta que me llegó la oportunidad de escuchar un disco anterior de ellos, muy exitoso y del que había vivido hasta entonces ajeno a su existencia (impensable) donde cada canción era mejor que la anterior. Tocaba el cielo con mi walkman y mis auriculares, disfrutando de la música y de ese Rock tan diferente que arrasaba en Seattle y llegaba a España como la gran novedad (grunge). Empecé a dejarme crecer el pelo, quería teñirme la barba de blanco, pintar mi habitación de negro, camisetas de grupos, y camisa de leñador atada a la cintura, con vaqueros y zapatillas lo más raídas posibles.

El caso es que en ese disco Ten había una canción que narraba un hecho que conmocionaba por entonces a los yankees por lo brutal del mismo. La canción en sí es Jeremy (ver vídeo al final de esta entrada), inspirada en la historia de Jeremy Wade Delle. 

Jeremy era un chaval introvertido oriundo del estado de Texas que un día de Enero del 91 exclamó en clase, delante de sus compañeros y su profesor,  haber encontrado lo que buscaba. Sacó un revólver,  lo introdujo en su boca y disparó.El impacto de la noticia, que había llegado a todos los rincones, inspiró la canción bajo la pregunta cómo pudo pasar algo así.

Sin duda, esa pregunta, a raíz de los acontecimientos de esta semana en Florida, nos la podemos seguir haciendo, pero sabiendo claramente ya la respuesta. Recordemos que la historia de Jeremy ocurrió en el año 1991.

Reflexionar sobre la relación de los americanos con la posesión de armas amparada por la segunda enmienda de su constitución es tarea de los medios mundiales. Esta reflexión está tan impregnada en el ADN ciudadano, que provoca ofensa a los que, tras cada triste acontecimiento, acusan de reabrir un debate doloroso, y en el que el sector conservador (y de extrema derecha), animados por el lobby de la AsociaciónNacional del Rifle y su tan famoso ex presidente, Charlton Heston , se abalanzan para decir la ya conocida frase “este debate no toca abrirlo ahora. Dejemos que todo se enfríe y no solucionemos las cosas desde el dolor”. 27 años han pasado y pasarán más de mil años, muchos más.

El recuerdo que me llevó a escuchar de nuevo ese disco fue precisamente este pasado 14 de Febrero y coincidió con otro brutal atentado en un instituto, a manos de otro chaval introvertido, con problemas familiares y de largo recorrido, que desembocaron en la matanza.

Te pones a mirar la lista deasesinatos de esta índole y, curiosamente, la mayoría han ocurrido en Estados Unidos, el mismo país a la cabeza en el comercio de armas, de la mano de Rusia y China (ahora se les suma Corea, la mala) y el mismo país que habla de seguridad de sus fronteras, de los terroristas islámicos (adiestrados con sus fondos y armas en la época de la Guerra Fría) que pretenden matar el sueño americano y la libertad del mejor país del mundo, como ellos se califican.

Ninguno de los presidentes habidos desde la elaboración de la Constitución americana ha abierto el debate del control de tenencia de armas dentro de sus fronteras con éxito.  El presidente actual, escribe un Tweet y fin del tema. Obama lo intentó pero los del Rifle se opusieron a ello (solo por intentarlo te dan el Nobel de la Paz, aunque luego bombardees Siria y Afganistán). Y el problema dicen que viene de fuera, cuando está en casa y lo han criado desde bebé.

Desconozco cómo se puede asumir una tragedia así. Soy incapaz de imaginarme el dolor de los padres que llevan a sus hijos a un instituto y es la última vez que los verán. Imposible imaginar cómo se puede vivir en un país donde hay más armas que habitantes y se pone una ley estricta para evitar que un chico de 16 años compre alcohol pero que sí pueda comprar fácilmente con 18 años un rifle de asalto (siempre que no seas extranjeros y no tengas antecedentes).

A todo ello, hay que sumarle la pérdida absoluta de valores sociales basados en el respeto a lo diferente y que establece una sociedad competitiva que se encarga de eliminar todo aquello que no entra en el flujo de la corriente dominante. Puedes entrar y sufrir las consecuencias, o quedar fuera y asumir que debes ser señalado como algo anómalo. Es el perfil generalizado de estos chicos que acaban cometiendo semejantes actos de terrorismo. Los mecanismos sociales no son capaces de abarcar las necesidades concretas en familias desestructuradas ya que se ven desbordados por el alto rango de desigualdad social en una de las primeras economías mundiales.


Como decían hace poco en un programa de radio, las verdaderas armas para acabar con barbaries como las que asistimos a diario en cada rincón del planeta están, precisamente, en lugares como en los que se cometió esta semana el asesinato de 17 chicos y los mejor armados son los profesores, que disponen de las herramientas necesarias para que la sociedad futura evolucione hacia una sociedad de valores humanos, del respeto a lo diferente, a lo diverso y global a la vez, donde no sea necesario invertir el 3 % del PIB mundial en armamento y sí en recortar la gran distancia que nos separan a unos de otros dependiendo del lugar donde naces o el color de tu piel. Las mejores armas se encuentran en las escuelas, y debemos dejar que las enfunden los más preparados para ello; los profesores.


Anotación del 25 de Febrero de 2018:

Parece que la última frase escrita en este post fue una premonición mal interpretada por ese personaje que dice ser presidente de todos los americanos. El señor de la tortilla en la cabeza a declarado que, efectivamente, las mejores armas se deben encontrar en las escuelas. Nada que ver con la alusión metafórica por mi parte de la educación, sino con el hecho real y literal de la frase: Donald Trump quiere que, ante el problema de las armas, los profesores respondan con más armas. "Quiero que mis escuelas estén protegidas igual que quiero que mis bancos estén protegidos". La intención de este señor es motivar sobre esa idea al profesorado a base de darles bonus económicos, o lo que es lo mismo, comprar conciencias. 

Semejante atrocidad no merece ni un minuto de atención. Me quedo con este otro vídeo de uno de los supervivientes del atentado ante el senador Rubio, cuya campaña está financiada por la Asociación del Rifle. 


sábado, 10 de febrero de 2018

Con dudas

Dudas sobre si uno lo estará haciendo bien en la vida, principalmente. ¿Y quién decide qué está bien y qué está mal? Pues, tratándose del este tema en cuestión, entiendo que el primero; yo mismo. Y después, todos los que me rodean, con mayor o menos cercanía.

Empezando por mí, creo que para saber si voy por un camino correcto, deberé plantearme antes qué es un camino correcto. Deberé saber qué es eso de estar haciéndolo bien en la vida. Creo que no hay un concepto universal para ello y que las dudas, por tanto, están fundadas por las pocas posibilidades de encontrar una respuesta válida.
Intuyo que también influye un factor importante para responder como es el contexto en el que se ha movido y se mueve mi vida, ya que eso también condiciona mi manera de pensar y de actuar. Y sobre todo, condiciona mi personalidad, ya que, en mi caso, ese contexto ha modificado mucho mi forma de ser.

Una de las cosas que aporta la edad y el paso del tiempo, es que vas acumulando una muestra válida para empezar a hacer valoraciones. Se podría decir que, en números gordos, uno ya ha vivido la mitad de su vida.El mero hecho de llegar a hacerme una reflexión así acojona. Sobre todo cuando sigues viéndote como en los años de estudiante y no piensas que ya han pasado muchas cosas desde entonces. Por otro lado, esa muestra acumula una serie de vivencias que, en mayor o menor medida, te han ido dando forma como persona y han ido definiendo el concepto de lo que tú eres a día de hoy. Me gusta pensar que es como la mesa de la cocina en casa de tus padres que ha visto pasar tantas historias y que en sus marcas, manchas y desperfectos, definen algo común a todos los que se han sentado alguna vez a ella.

Mis dudas, en este caso, vienen ahora por saber, como indicaba al principio, si el camino que llevo lleva a algún sitio positivo. Y luego viene la pregunta de si es más importante el destino o el trayecto. Yo creo que ambas cosas en su justa medida. Pensar en lo que has vivido hasta ahora y en lo que le queda a uno por pasar es triste (por no poder repetir lo bueno), reconfortante (por poder dejar atrás lo malo) e interesante (por saber lo que está por venir). 
Estas dudas han aparecido hace poco porque he estado pensando en esas cosas vividas que han ido cambiando mi forma de ser, fundamentalmente, a peor, y pienso con mayor frecuencia en el concepto que tienen de mí los que me rodean, sobre todo los que más me importan, y qué recuerdo dejaré el día que no esté. Y en ese recuerdo va todo, no solo lo más reciente, sino todo lo que uno es capaz de abarcar con la memoria, como los recuerdos que uno tiene de esos grandes momentos con sus abuelos durante la niñez hasta el día en que toca despedirse. Son de largo recorrido. Y yo creo que no sean como estas reflexiones, sino de muy buena calidad. De piel- piel, como las chaquetas buenas de antaño.

Pienso en los errores que cometo por mi tozudez, por mi manera desenfocada de ver las cosas, por intentar actuar de manera coherente cayendo constantemente en incoherencias, en que mis cagadas puedan ofender y molestar a los demás, en que les genere pena por ello y en arrepentirme tarde de no haberme dado cuenta de que determinadas decisiones llevaban a destinos no muy buenos.

Me puedo justificar diciendo que todos la cagamos, pero es que a mí se me queda corto ese argumento, porque cuando intentas seguir el lema de intentar llevar una vida lo más coherente posible sin que sea a costa de los demás, vas a cometer errores que, en ocasiones, afectarán a los que te rodean.

Un día me gustaría sentarme con todos los que creen que alguna vez me he equivocado con ellos en algo (con algunos ya lo he hecho) y ver dónde reside la base de esas diferencias, para saber si puedo corregirlas o simplemente debo convivir con ello e intentar no cagarla la próxima vez.
La verdad es que es jodido tener una responsabilidad tan grande como ser una buena persona. Más aún si  tienes la capacidad de que lo que hagas o digas, provoque un cambio, por pequeño que sea, en alguien de tu alrededor.


A grandes planes, grandes decepciones. Todo reside en saber gestionar durante el camino de la mejor manera posible. Pero eso no se enseña…