¿Con qué te quedas esencialmente para que tu ánimo y tu
espíritu no se despeñen? ¿Qué es fundamental para que las personas podamos
encontrar el equilibrio emocional?
Uno siempre busca asideros en su día a día para que no se
desmorone el suelo que tiene bajo sus pies. O, al menos, yo lo hago.
Debes quitar demasiada costra, demasiadas capas hasta
llegar a la dermis, o más allá, del
asunto. Creo que, en esa búsqueda, todos anhelamos encontrar cariño, felicidad
y desarrollo personal. Más allá de esos tres aspectos, existen mil y un matices
y estudios psicológicos que uno desconoce pero, el sentido común me dice que,
todos queremos que nos quieran y respeten, para, a través del cariño, encontrar
la felicidad y sentirnos plenos como personas.
Son tiempos oscuros que hacen que la búsqueda de esas
cosas se tenga que hacer en la penumbra, con poca luz, con poca visibilidad, y
siempre intuyendo dónde o hacia dónde mirar y si las personas que nos rodean
son las adecuadas para encontrar esos pilares básicos.
Creo poder decir que soy afortunado por tener o haber tenido,
gente a mi alrededor que me ha aportado, en algún momento, gran parte de la
felicidad que me ha permitido no revolcarme por los campos del desánimo.
Incluso, estando en ellos, siempre he tenido una mano que me ha levantado.
Todos tendemos a pensar que la familia es lo más
importante. Siempre en términos lógicos y bajo criterios preestablecidos de
filiación a un grupo fundamental para nosotros. No obstante, cabe matizar que,
la familia, en muchas ocasiones, es fuente de dichas, pero también de gran
sufrimiento.
En cuanto a las amistades, uno no sabe qué responder a la
pregunta de si te eligen o las eliges. Casi es más un pequeño puzzle en el que
vas encontrando piezas que encajan y a las que adherirte para reconfortarte,
para sentirte parte de un grupo (esa necesidad animal) con el que
identificarte. También soy afortunado en ese sentido porque, a lo largo de mi
vida, he encontrado y tengo a mi alrededor, personas que contenían esa base fundamental, esas esencia, que uno busca en su
deambular vital. Con ellos no solo cueces, sino que enriqueces.
Y es fascinante pensar en las mil casualidades que deben
darse para cruzarte con alguien con el que, finalmente, puedas entablar
amistad. Pero, además, es más increíble aún lo trabajoso y reconfortante, a la
vez, que puede ser mantener esa nueva relación que surgió un día de la nada.
Buscas exprimir el asunto, separar el grano de la paja, para quedarte con lo
fundamental, lo válido de ese roce, y que eso sea lo que queda en ti, lo que te
permite agarrarte para no venirte abajo.
Pero uno no tiene tiempo en el día a día para profundizar
tanto en pensamientos tan gordos, tan
espesos. Uno lo hace todo de manera mecánica, como conducir o montar en bicicleta.
Son esos mecanismos de aprendizaje que nos dan tantos años de evolución y que,
cuando das un pequeño paso a atrás, para coger perspectiva, como ahora con esta
reflexión, sientes lo importante que son en tu vida, como tu sistema
inmunológico, tu capacidad de aprendizaje o tu destreza con los objetos. Algo
fundamental para sobrevivir en el día a día.
Hoy pienso en lo que pierde uno cuando en su
día a día, determinadas personas dejan de formar parte de su rutina, y el nuevo
abanico de ejercicios interiores que, por ese motivo, se te desvelan y contra
los que no sabes si estarás a la altura (intuimos que sí).
Sería bueno, otro día, reflexionar sobre el
conformismo y la rutina, fuentes de aparente seguridad pero de pérdida de
evolución.
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