miércoles, 20 de junio de 2012

(DES)AGRADECIDOS

Es algo curioso cómo funcionamos en esta sociedad y, más en concreto, en la española, que es la que me ha tocado. Somos una especie rara, donde el adjetivo "peculiar" se nos queda corto. 

Si tuviera que destacar tres rasgos que definan la personalidad general de los españoles creo que me decantaría por cotillas, (des)agradecidos y sabelotodos - en otra entrada procuraré destacar algún aspecto positivo, que, digo yo, alguno tendremos -

Nos encanta meternos en los calzoncillos de todo el mundo, conocer sus miserias y ponerlas a parir (porque eso nos hace sentir mejor, ya que no tenemos que mirar las nuestras) y, además, opinar absolutamente de todo, aunque no tengamos ni idea de lo que hablamos o no nos haya dado tiempo a formarnos una sobre algún tema en especial...

Pero, casi me molesta más la de desagradecidos. 

Se da el caso que uno, en su trabajo, trata de hacerlo lo mejor posible, máxime cuando la dedicación de un servidor es hacer casitas para que la gente desarrolle en ella sus vidas. Mi filosofía es que cada casa es la de uno mismo y que las cosas deberían quedar, al menos, como a uno le gustaría en su propia casa. A nadie le gusta ver sus enchufes torcidos, sus azulejos desconchados, o una puerta arañada. 

Siguiendo esta máxima, mi compañero apuntaba con muy buen criterio que, antes (marcaremos un hito para ubicarnos en el tiempo: antes de perder el sentido común) se estilaba agradecer al maestro la labor desempeñada con los hijos, o al médico el habernos sacado de un apuro con la salud, pero, mira tú: a la gente que te entrega una casa se la valora por "la pasta que me habéis sacado", como si los que estamos todos los días en el trabajo impusiésemos los precios...Esos son otros. 

A colación de lo anterior, cabe destacar que andamos metidos en un regalo común para agradecer a la profesora de la guardería lo contentos que hemos quedado con el trato y cariño recibido con los niños. De ahí que uno piense: y si valorásemos algo más la labor de aquel que tenemos más cerca? 

Hace unos días, me quedé esperando en el coche a que se despertaran los niños, mientras mi mujer compraba. En ese tiempo, mi atención se fijaba en un barrendero del Ayuntamiento que, esa tarde de fin de semana, en lugar de estar con su novia, su mujer o sus hijos, estaba trabajando porque aquella calle quedara limpia, no sólo de restos, sino de raíces que acababan levantando la acera (algo que, posteriormente, me acabaría repercutiendo a mí, porque me freirían a nuevos impuestos para arreglar esa acera). La calle podría medir, tranquilamente, 3 Km, y el barrendero llevaría algo más de la mitad... Pensé en ello y quise bajar del coche para decirle que, si no lo había hecho nadie antes, yo sí le agradecía su labor, que consideraba importante para mí. Supongo que se habría quedado con una cara de estupefacción completa. 

En esta pérdida de valores galopante en la que anda metida esta sociedad, de lo inmediato y lo material, parece hasta necesario tener un minuto de sosiego y aclarar la mente con cosas no demasiado profundas, pero que nos ayuden a limpiar un poco el espíritu (si existe), la conciencia (si la tenemos) o las ideas (si las formamos) sobre qué hacemos y qué podemos hacer para sentirnos un poco mejor. 

Quizás escuchando esta canción, algo cambie...

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