sábado, 15 de febrero de 2014

LA CUERDA




Escribir sin tener sobre qué hacerlo. Y no será por actualidad

Quizás sea ese el problema; la abundancia de información, de temas sobre los que pensar y opinar (creo que es el orden correcto, si bien muchos se deciden a hacerlo a la inversa o, incluso, sin el primer verbo. Éso está muy mal visto). Nuestros indeseables políticos nos deleitan cada día con una nueva dosis de insensibilidad que le hacen plantearse a uno hasta qué punto debemos aguantar esta situación.

Podríamos hablar y opinar sobre esa actualidad y no encontraríamos nunca veinte opiniones iguales. Quizás todas estén bañadas por el mismo esmalte del descontento general, pero, como a cada uno la cosa le afecta según le funcione el día a día, pues así nos va. Creo que una marca genética de los españoles es la del lema “si a mí no me toca, no va conmigo”. No he hecho ningún estudio socio- científico por falta de medios económicos y patrocinadores estatales o privados, pero dan ganas de salir a la calle con papel y boli y preguntar a cincuenta mil personas (por tener una muestra amplia) en qué medida le afecta el día a día político en su rutina diaria. Veríamos que, los más indignados serían aquellos con más dificultades y los más “pasivos”, por denominarlos de alguna manera, los que tienen como mayor preocupación, mantener el estatus que han conseguido. A fin de cuentas, es lo que muchos intentamos, pero los medios con los que contamos cada uno, y las circunstancias que nos rodean son bien diferentes en cada caso. Eso sí; siempre nos da por compararnos con el de al lado y, cuando salimos escaldados, nuestros impulsos más oscuros nos llevan a despotricar contra el “agraciado” de nuestra comparación. Otra gran seña de identidad impresa en nuestro genoma español.

Las últimas lecturas de estos días, me han permitido repasar una visión subjetiva a todas luces de la evolución social de España en el último siglo, sobre todo, desde los inicios y acontecimientos que desembocaron en la Guerra Civil, con todo lo que después ocurrió tras ella que, a día de hoy, marca a fuego nuestra identidad en la piel de toro (utilizo muchos tópicos de identidad que aborrezco incluso su escritura, para señalar aún más otro gen español a todas luces: el de “o conmigo, o contra mí”). Pensar que han pasado más de 70 años de aquello, de los cuales, 40 años fueron de una dictadura permitida por muchos de los que hoy en Europa nos siguen diciendo qué hacer con nuestras vidas sin conocernos, y que seguimos atascados en aquellos temas que hoy, parecen cobrar fuerza y ser más actuales que nunca. Los motivos: las mismas ideas con las mismas personas (mismo perro, diferente collar). Es lo que tiene el ADN; que se transmite por años, unos dicen que mejorado (no es el caso), para mantener la especie.

Pero, ojalá fuera un tema genético. Quizás podríamos encontrar cura, pero del tema que hablamos es mucho más complejo. Es algo que no conoce aún límites, que es innegable incluso en las más altas esferas de cualquier sociedad medianamente desarrollada (quizás aún más en éstas), que afecta al más pintado, ya vista como un pordiosero o cada zapato que calce supere los 5000€. Estamos hablando de la estupidez humana.

Aquí marco una diferencia y me vengo arriba hablando de la humanidad entera. ¿Quién dijo miedo? En una época donde decir lo que a uno le viene en gana sin contrastar la información y sin aportar ningún tipo de soporte que avale dicha opinión, está más que justificado que un panoli como yo pueda hacer lo mismo.

Siempre se utilizan los mismo tópicos sobre lo que es capaz de hacer el género humano con, para y contra sus congéneres. Somos capaces de lo más horrendo y de lo más hermoso al mismo tiempo. Cada día hay mil noticias de las dos versiones. Cada uno que elija la que quiera. Por mi parte, me quedo con lo horroroso, más que nada porque doy por supuesto que lo increíble y hermoso, es algo que debería venir de serie en todos nosotros, con matices, claro.

En lo horroroso entra la actualidad diaria mundial y, más cercana, la española. El ASESINATO de 15 inmigrantes (a día de hoy) en la frontera con Marruecos tras las acciones de la Guardia Civil, así como las declaraciones (que no explicaciones) del Ministro del Interior y del Director General de dicho Cuerpo, te hacen pensar en la crueldad que somos capaces de desarrollar. Y ya no sé si me asusta más leer sobre lo ocurrido o sobre los que opinan de ello. Aquí vuelve a aflorar el genoma español y la línea que nos viene separando desde hace más de 70 años en dos mitades bien diferenciadas. Son de los míos o están contra mí. Y hablo de los que apoyan y defiende esas acciones, y de los que pensamos que un crimen como ese nunca está justificado y debería haber responsables en los tribunales. Conclusión: seguimos teniendo que decidir en qué bando colocarnos. Lo cual nos lleva a pensar en el tipo de sociedad en que vivimos, y cómo pensamos que vamos a avanzar tirando cada uno de la cuerda en sentido contrario.

Otra conclusión a la que llego: se acabó la cuerda. Quiero otra. Y en esas estamos; en cambiar de cuerda. Y que cada uno entienda por cuerda lo que quiera, y que cada uno saque su idea de cómo hacerlo, de qué propuestas colocar sobre la mesa para cambiar su cuerda. Eso sí; algo que es innegable: si no te mueves, la cuerda sigue ahí, y ganan los que se aprovechan de tu estatismo, de tu apatía y de tu ignorancia, pensando que “si a mí no me afecta, no va conmigo”. ¿Invertimos en genética o en educación?

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