domingo, 21 de septiembre de 2014

NO LO CONSIGO

Quiero, pero no puedo.

Lo intento cada día, pero no lo consigo. Hago un ejercicio mental, para que la sensación cambie. Pero no lo consigo. Sé lo que es la angustia, porque es lo que siento en el estómago nada más despertarme. Sé lo que es la presión de la responsabilidad, porque es con la que he vivido toda la vida. Lo intento, pero no lo consigo.

No son ganas de hacer un drama, más bien ganas de sacar lo que uno lleva dentro. Si intento hacer una catarsis, puedo limpiar un poco el cuerpo por dentro. No sólo el té y las infusiones funcionan, o eso espero.
Ni soy el único, ni estoy descubriendo América. Como yo, muchos miles y, como yo, muchos antes, y mucho peor. “No me puedo quejar”, me repito… pero, es que necesito quejarme. Aunque, últimamente, solo hago eso, y no quiero aburrirme.

Hoy he visto un pequeño fragmento de una historia que cuenta Iciar Bollaín, http://vimeo.com/105439736 y, en parte, y solo en parte, me ha motivado a escribir hoy. Es demasiado el tiempo mascando la misma historia. Tengo la lengua seca y la cabeza dolorida de intentar solucionar la ecuación que me han planteado y que no atino a resolver. Y digo bien, NOS han planteado

Nos han puesto a muchos en una situación en la que ni por asomo nos hubiésemos imaginado. Nos han enseñado un camino, como el único válido, el único con garantías, nuestros padres se han deslomado por seguirlo para que nosotros, más adelante, encontrásemos el fruto de ese sacrificio, han llegado agotados y nos han entregado el testigo con toda la esperanza de que nuestro futuro, estudiando como ellos, en muchos caso, no pudieron, accediendo a profesiones en la Universidad, amasando conocimiento y preparación, estuviese solucionado. Y ahora tienen que vernos por Skype, o en las estaciones de trenes, en aeropuertos, o por Whatsapp comunicándose con nosotros, porque el camino que tenemos que recorrer, se ha hecho aún más largo.

De nada han servido sus madrugones, sus dobles turnos, sus veranos sin vacaciones, su aguantar a más de un jefe desagradable, todo pensando en que, merecía la pena soportarlo si podían llevar dinero a casa y tener lo suficiente para que nosotros no pasásemos por lo mismo. Y ahora, ingenieros, médicos, enfermeros, profesores… todos ellos vagando por la estafa que nos vendieron de la Unión Europea (siempre que vengan bien dadas, si no, cada perro se lame su pijo, y devuélveme lo que te presté, con tu vida, si es necesario) atendiendo establecimientos de comida rápida, de camareros y limpiando retretes, como mano de obra cualificada que son. Viene a ser lo mismo que muchos otros han hecho en nuestro país y que, curiosamente, les hemos dado el mismo trato que, en ocasiones, están recibiendo todos esos que han visto que, en su propio país, en ese que se prepararon para hacer su futuro plan de vida, ese del que muchos sacan su bandera con orgullo (¿de qué?), ese mismo es el que ahora les da la espalda y apela a su “afán aventurero” para que se tengan que buscar la vida fuera, privándoles, además, de ayudas para ello porque, como no paran de decir, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

Y uno se siente que, si bien no le echan (la alternativa de quedarse no tiene mejor pinta, o lleva puesto el traje de la precariedad), si se va, no pasa tampoco mucho. No se lamenta que estemos desperdiciando gente cualificada y suficientemente motivada para sacar un país de una crisis en la que nos han metido, y de la que no nos dejan salir.

Queda poco para elecciones y hay que vender la moto, como siempre, a los mismos tontos que se creen las mismas idioteces. Y esas palabras son como ácido, que nos escupen en la cara y suenan a risas y mofa. En la cara de las familias desahuciadas, en la cara de aquellos a los que son sus familiares los que les mantienen, en la de los que les han quitado las ayudas médicas, o en las listas de espera, menos para la clase real, en los hospitales, de plantas cerradas y camas necesarias pero vacías…

No está quedando nada positivo este post, porque lo intento, pero no lo consigo. Intento encontrar el lado bueno a todo esto, pero no lo consigo, intento entender por qué, pero no lo logro, y me cabreo, y no consigo dejar de estar cabreado, frustrado y desilusionado.

No lo consigo.

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