sábado, 13 de diciembre de 2014

Cruce de caminos

¿Cuándo es buen momento para hacer reflexión sobre el camino que has recorrido? ¿Cuándo es buena idea sacar conclusiones? ¿Cuándo sabe uno que una etapa de su vida a llegado a su fin y que toca reinventarse?

No sé si es necesario que haya un cambio importante en la vida de uno para todas esas cosas que menciono: un nacimiento de un nuevo miembro en la familia, una defunción, un viaje con nuevas experiencias… ¿Se puede hacer reflexión en medio de la rutina? ¿Somos capaces de sacar conclusiones viviendo el día de la marmota una y otra vez?

Me da por pensar todo esto mientras me veo en un estado anímico extraño y en espiral, del que no salgo, bien por falta de tiempo, bien por falta de ganas o bien por mezcla de mil cosas más. La rutina diaria lleva una velocidad diferente a lo que uno necesita. El día tiene las horas contadas y las prioridades siempre están depositadas en otros u otras cosas, nunca en uno mismo, en aclarar las ideas y los estados de ánimo.

La nueva etapa que decidimos empezar ha supuesto y sigue suponiendo, muchos cambios en muchos aspectos: personal, familiar, cambios de percepción del nuevo entorno, comparación constante con lo acostumbrado… Es un esfuerzo diario bastante grande y, aunque algunas piezas encajan lentamente en el puzzle, la energía necesaria para continuar con el día a día es, para mí, demasiada. De ahí que uno se plantee si el camino que estamos andando es el bueno y si tanto esfuerzo tendrá recompensa en algún momento.
 La superación personal y los desafíos están muy bien. Saber dónde están los límites de cada uno y ver hasta dónde somos capaces de llegar, puede ser reconfortante, siempre y cuando se alcancen las metas planteadas a priori, pero hay que pensar también en el desgaste que supone esta empresa.


En este caso concreto, mis piezas aún no encajan. Sigo echando la vista a atrás, a una imagen y una idea de lo que uno tenía o pensaba que tenía, y no miro hacia delante, porque tampoco quiero ir mucho más allá. Es un poco extraña la sensación. Es como estar en un cruce y no saber hacia dónde tirar. Si sigues, estás inquieto porque no sabes qué te vas a encontrar y porque, incluso para llegar a ese punto, ya ha sido costoso. Si piensas en desandar lo andado, creyendo tener la seguridad de lo que conoces, piensas en para qué ha servido pues tanto esfuerzo en andar ese camino…Y al final, sigues en ese cruce, cansado, sin llegar, y sin estar en ningún lado. Y es más o menos así como uno se siente: en medio de la nada, enganchado a la idea de lo que quería que hubiese sido mientras debo abrazar la realidad de lo que ahora es.


Y me pregunto sobre cómo se hace esto de vivir la vida que a uno le toca… ¿O es la vida que uno elige? ¿Qué tipo de vida es la que vivimos; la que queremos o la que podemos?

No hay comentarios: