viernes, 8 de mayo de 2015

Un día más... un día menos

La energía que uno necesita a diario, la que mueve nuestro cuerpo para levantarnos intentar despejarnos con una ducha, o un café, la energía para vestirnos, para salir por la puerta y empezar un nuevo día; uno más, uno menos... de dónde viene?
Inmóvil mientras todo pasa

No hablo de la energía física, de las calorías que nos proporcionan los Julios que necesitamos para un simple parpadeo. Hablo más bien de esa energía aún más interna, de esa energía sin la que uno es incapaz de moverse. ¿Es la misma para todos? ¿Dónde hay que buscarla?

En mi caso, tengo tres baterías que me recuerdan a diario el por qué de todo. Tres motivos, tres argumentos de peso que, si bien en ocasiones pueden llegar a ser insuficientes ante tanto peso que abruma a uno, en realidad son la base de todo. Creo que lo llaman, en otros ámbitos, "leitmotiv", aunque mi inconsciencia para utilizar cultismos que desconozco me hace mezclar conceptos y acercarme demasiado a los niveles intelectuales de Gran Hermano.

Un detalle que, a priori podía parecer algo negativo, parece que se ha convertido en un punto ligero de inflexión. Algo que hace que tu perspectiva, de repente, alcance una nueva óptica y te haga entender poco a poco de qué están hechas las cosas importantes de la vida. Si empiezo a pillarlo, es que no voy mal encaminado. Mi idea es empezar a fijarme con más atención en los pequeños detalles. Por ahí voy encontrando las miguitas de pan del camino que quiero seguir. 

Detalles tan simples como una caricia cuando estamos sentados juntos. Un gesto inconsciente, automático, acompañado de su cara de asombro por lo que ven y reciben en ese momento. Y contemplarlo, y disfrutarlo, y saborearlo... porque es ahí donde están los momentos de orgullo, alegría, emoción y todo en uno mezclado, que te remueven por dentro y te humedecen los ojos. Son esas historias apasionantes vividas al máximo, con una ingenuidad y una entrega como solo lo pueden hacer los niños. Una palabra mal dicha que está cargada de dulzura, una sonrisa pícara cuando compartes un secreto que no es capaz de aguantar ni cinco segundos... 

Y un esfuerzo diario por pelear contra uno mismo y contra todo para seguir haciéndolo lo mejor que una sabe o puede, acompañando, empujando o tirando de todo cuando el otro no puede. Y me vuelve a invadir el orgullo y la emoción. 

Sigo pensando que la vida es la que nos toca, no la que queremos o nos gustaría. Son todas esas cosas que hay entre medias mientras nos preocupamos o hacemos planes, mientras discutimos o perdemos el tiempo en nimiedades. Son todas esas cosas que nos perdemos por ser como somos. Son esos besos que no damos, ese perdona que no decimos, ese orgullo que no nos tragamos, ese te quiero que olvidamos y esas caricias y sonrisas que no vemos por estar mirando la pantalla de un teléfono. Todo eso porque somos tontos, y no sabemos saborearlo, porque estamos programados para, cada vez más, cada vez menos. Y yo estoy metido en todos esos errores que menciono, y sigo queriendo dejar de meter la pata. Sigo queriendo ser un poco el que era antes, pero con las cosas que ya he vivido y de las que he aprendido. Quiero dejar de intentar resolver una ecuación plagada de variables que no me han enseñado a solucionar y no perderme los detalles de esas pequeñas cosas... 

Porque hace ya dos años de la última vez que, o seis de aquella historia que aún recuerdas, o cuatro de nuestra primera vez en algo, o mucho... o poco, de la última vez que vimos a alguien, y ese alguien ya no vuelve. Y piensas "aun te echo de menos. Te echo de menos cada día y cada día quiero poder hablarte, aunque no tenga nada que decirte. Pero quiero poder hacerlo y no puedo. Ya no puedo". 

Y entre medias, echas cuentas y los días van pasando. Y el tiempo va pasando. Y no quieres echar esas cuentas porque te pones triste, porque piensas en lo que has vivido, en lo que te gustaría aún vivir y en lo que podías haber hecho de no haber sido tan tonto.Y crees que estás perdiendo sensibilidad, que te estás endureciendo tanto que ya no te acuerdas de cuando te reías sin parar, de las bromas que hacías, de cuando te emocionabas... porque te vas desconectando. Te va faltando esa energía que te va apagando. 

Y vuelves a mirar a tus baterías, y vuelves a cargarte a base de los pequeños detalles. Y ha pasado un día más, y queda un día menos

No hay comentarios: