martes, 30 de junio de 2015

Ola de ... terror.

En ocasiones está bien dejar pasar un tiempo sin escribir. Los acontecimientos se suceden tan rápido y se agolpan tan a lo bruto, que necesitas tiempo para asimilar tantas cosas que ocurren a diario a nuestro alrededor. El panorama político, como siempre, se lleva la palma. 

La actual situación de Grecia, con sus acosadores al acecho para exigir al paciente sus órganos antes de acabar con él, es un tipo de terrorismo con el que nadie se escandaliza tanto. Recientemente ha habido una gran matanza de turistas en Túnez; el modo, la forma, lo que detrás se esconde (o no tanto) nos ha parecido a todos sobrecogedor. No cabe duda de que un acto terrorista como ese, no puede dejar indiferente a nadie. Es brutal y cargado de horror en cada una de las balas disparadas. 


El pez grande
El problema es que, creo que va tocando definir la palabra terrorismo. La RAE dice que el terrorismo es "la dominación por el terror" o, incluso "una sucesión de actos de violencia para infundir terror". Quizás, el hecho de que aparezca la palabra violencia, hace que no asociemos nada de lo que Europa y su famosa Troika, están haciendo con Grecia. No ha violencia explícita, no hay un arma visible que dispara balas de odio, que deja a la gente sin esperanza, en algunos casos, sin vida, sin planes, sin ese futuro deseado para los hijos y las generaciones venideras, ese mundo mejor que todos ansiamos. No. No hay violencia, no hay sangre en los telediarios que haga pensar que lo de Europa, el FMI, el BCE y el querido Gobierno de Alemania, pueda considerarse como un acto terrorista. 

Pero, quizás sea bueno volver a la definición primera: dominación por el terror. 

El capitalismos desbocado, loco y fuera de control que ha evolucionado como esas máquinas que acaban pensando por sí mismas y acabando con los que la crearon, hace que el fin justifique los medios, que Maquiavelo, tantos años después, tuviera razón, que el rodillo pase por encima de naciones enteras, sin necesidad de que se aprieten gatillos, se invadan países o se aborden los barcos cargados de tesoros. Basta con reclamar como propio lo que, con engaños, se ha negociado antes. 

Aprender de los errores para no repetir las catástrofes de la historia. 

No se estila. No conviene.

Creo que el artículo de Vincenc Navarro es tan bueno y tan claro, que es mejor que me calle y no siga escribiendo sobre ello. 

De lo que puedo hablar es de una sensación de asco que es doble y el motivo no es otro que pensar que mi nacionalidad es la de un país que ha apoyado ese terrorismo contra su propia masa social, principalmente por unos Gobiernos - no solo el del PP- que, utilizando la democracia como herramienta legal (hay que darle una forma más cordial a lo que se va a hacer más adelante... "es un Gobierno elegido por lo españoles", se les llena a algunos la boca diciéndolo) cumplen a pies juntillas lo impuesto por los mandatarios de Europa. Y, por otro lado, porque mi trabajo, esfuerzo y día a día, transcurre en aquel país de donde parte todo en Europa, donde todos se cuelgan la medalla del orden y el saber hacer, cuando somo todos los que lo permitimos, igual de cómplices y culpables que ellos mismos. 

Un vídeo sobre la manipulación de alimentos y la manipulación de las opiniones y mensajes que llegan a los consumidores, acababa con una frase tan elocuente como "todo esto es posible... porque ustedes nos lo permiten". Aplíquese esta frase a la situación social de neocapitalismo despótico que rige actualmente el futuro de gente como tú y como yo, y viene más que al pelo. 

Yo, por mi parte, pienso como tantos otro borregos: no soy dueño de ninguna de mis decisiones. Creo que lo que hago en mi día a día, lo hago porque puedo, porque quiero... es mi decisión. Pero, nada de eso. Vivo engañado. Ya ha pasado y sigue pasando, sigue quedándose gente fuera de sus casas, esas que daban por seguras, sigue habiendo gente que no puede estudiar, aquellos con planes de vida que pasaban por una educación especializada. Sigue habiendo gente que no puede acceder a cuidados médicos y que acaba muriendo. Y todos pensábamos que eso no iba a pasar. Que lo que teníamos iba a ser para siempre. Los griegos pueden hablar con mucho más conocimiento de qué es esa sensación.  

 ¿Y, qué puedo arreglar yo solo contra un sistema que arrasa allá por dónde va? ¿Qué soy capaz de hacer para levantarme contra aquello de lo que me quejo, que me limita, que decide por mí, que me obliga a tomar decisiones que no deseo? Yo solo no puedo hacer nada, incluso con una convicción fuerte. Nada. Yo solo, nada.

Pensar así es una verdadera tristeza. No se trata de ponerme un antifaz y armadura y salir a cambiar el mundo y luchar contra los malos. Creo que algo tan grande, requiere algo más pequeño. Creo que esa roca, necesita un goteo constante que erosione poco a poco, hasta abrir el agujero. Mi goteo está más que orientado: mi verdadera función es transmitir a mis hijos qué es un mundo mejor, qué es ser una buena persona, y qué puede hacer uno por los demás, para que, entre todos, acabemos cambiándolo todo. Yo voy a ser ese cimiento, para el que venga después de mí, y para todos los que después quieran acabar pensando que es posible no sucumbir, que es posible acabar con todo ello. Aprender de la historia y no repetir los errores, sino los aciertos. Otros lo hicieron, y nosotros lo haremos. Es cuestión de tiempo.


No hay comentarios: