Que la humanidad se ha vuelto
loca es algo que parece evidente para muchos. Que esa locura está acabando con
nuestro entorno, con nuestro planeta, es algo que muchos aún no quieren ver
(por sus intereses personales o profesionales) pero que pasará de manera
irremediable a pesar de los necios que lo niegan. Que estamos contribuyendo a
que esa cadena de relaciones causa- efecto se acelere, es palpable a tenor de
las decisiones que las sociedades occidentales, principalmente están tomando
(París será siempre la ciudad de la Torre Eifel y no donde se dijo que había
que ponerse las pilas para que tengamos agua para todos en los próximos 50 años).
Ponemos nuestras vidas y las de nuestras futuras generaciones en las manos
equivocadas y luego nos sorprendemos de los resultados.
Errores pasados presentes |
Aparentemente, la sociedad, como
conjunto de personas que comparten entorno y se relacionan entre sí, limitando
con normas y acuerdos esa relación, está basada en una idea interesante,
llevada de manera fatal a la práctica, en mi más humilde opinión. Los últimos
acontecimientos políticos en España y USA son buenos ejemplos de cómo en esas
sociedades, una gran parte de su población va a quedar estigmatizada y asumirá
consecuencias que les afecten negativa y directamente, sin haber sido ellos los
que hayan decidido.
Mi corta imaginación no da para
imaginar sistemas sociales donde la igualdad y la justicia sean más patentes.
Los principales culpables de que todos esos sistemas no sean más que utopías
somos nosotros mismos, los que formamos parte de esas sociedades.
Que Internet será el mayor avance
tecnológico de nuestra era, con una repercusión global como lo pudo ser el
fuego, la rueda, la imprenta, o el aeroplano, no se le escapa a nadie. Que de
ese avance tecnológico nos hemos hecho esclavos y hemos condicionado nuestra
evolución social, para lo bueno y para lo malo, creo que se va palpando más y
más a diario. Hemos creado una herramienta que ha cambiado nuestra vida para
siempre, pero nos somos conscientes ni tenemos capacidad de medir las
consecuencias que ello nos acarreará.
Compartimos nuestra intimidad a
diario, consciente o inconscientemente y nos parapetamos en una aparente
seguridad y anonimato que no existe. Cada uno de nuestros pasos, de nuestros
deseos, de nuestros gestos informáticos en Internet, dejan un rastro que nos
definen, que nos deja al descubierto. Internet es una puerta de infinitas
posibilidades, con una proyección exponencial de las consecuencias de sus
acciones, positivas y negativas.
En el anterior post mencionaba
las contradicciones de nuestra sociedad con las decisiones que tomamos. Yo
mismo me doy cuenta de que, con mis actos más que normales, me contradigo entre
lo que pienso y hago, comprando por ejemplo en cadenas de multinacionales, ropa
que sé que ha sido elaborada por mano de obra explotada, por ejemplo. ¿Por qué
lo hago entonces?
Para mí, la respuesta es compleja
y sencilla a la vez. Si la respuesta se puede contestar a la gallega con otra
pregunta, sería ¿qué alternativa se me ofrece? ¿Está ajustada esa alternativa a
la necesidad de una mayoría y a los principios de esa mayoría? Esas preguntas,
creo que también serían complejas de contestar. La respuesta sencilla, para mí,
sería decir claramente, que soy una marioneta del sistema, con derecho a
pataleta en nuestras amadas redes sociales, que han aumentado nuestro nivel de
frivolidad hasta unas cotas insufribles.
Alguien me podría decir que no
compre ese artículo en esa tienda que explota incluso a niños. Podría irme a
una tienda de Comercio Justo y gastarme 3 veces el valor del anterior artículo,
y pensaría que ese comercio es justo para los que lo producen, pero que el
sistema no lo es conmigo. Para ser consecuente con mi conciencia, debo emplear
más dinero (incluso en desplazarme a esa tienda, que ha sido apartada del
centro comercial masivo donde se concentra la atención del cliente), pero por
ser consecuente con mi sociedad, yo no voy a recibir más sueldo, al contrario.
Por lo tanto, mi libertad de decisión no es plena, sino que está condicionada
por mi nivel económico y mis ingresos (hablo de artículos de primera necesidad,
no de lujos como unas gafas de sol, por ejemplo). El sistema me ha condicionado
y sugestionado para que, finalmente, mi elección sea contraria a mis
principios.
El idealismo lleva dándose de
tortas con la realidad durante toda la historia de la humanidad. Somos capaces
de conceptuar esos elementos de armonía, pero como sociedad, no seremos nunca
capaces de llevarlos a cabo. Como ya he dicho, buen fondo, nefasta puesta en
escena.
Somos por tanto en germen de
nuestra decadencia. Nos hemos inventado como grupo con taras, y hemos creado
tarados para que nos dirijan. Lo hemos asumido como algo normal, y en las
últimas dos décadas, no hemos otorgado de las herramientas suficientes para que
nuestros niveles de estupidez e ignorancia aumenten de manera gradual y
proporcional, al nivel de control que esos tarados ejercen sobre nosotros. En
el pasado nos dimos conceptos como el de democracia, república, elecciones,
voto y hemos ido aparcando valores como la reflexión, el diálogo o la
compresión del otro (la ahora llamada inteligencia emocional), los hemos
estigmatizado dejándolos en el mundo del idealismo, y los hemos sustituido por
la inmediatez, la posesión de lo material y, sobre todo, Internet.
El mundo estaba bastante jodido
desde hace tiempo, pero desde el martes 8 de Noviembre de 2016 es un lugar
mucho peor en el que habitar. A mí, que espero que me quede aún media vida por
delante, me importa ya eso un carajo, pensando en lo que les va a tocar vivir a
las generaciones que vienen detrás. Ellas serán las que sufran aún más las
consecuencias del cambio climático que negamos, la exaltación del fascismo que
nuestra historia ha repetido numerosas veces, la quema de los valores sociales
que se construyen entre individuos educados y con pretensiones nobles y, en
resumen, un panorama realmente apocalíptico del que no soy capaz (y aunque lo
fuera) de imaginarme sus vertientes más canallas.
Como dijo esta semana un analista
de los resultados electorales de USA, cómo le explico a mis hijos mañana,
cuando se levanten, que el mundo en el que yo les educo a ser respetuosos con
el otro, con sus mayores, donde trabajar en común con la gente es mejor que
trabajar contra ella, donde no les debe importar el color de la piel de su
compañero de clase (¡qué sabrán ellos ahora de creencias u orientaciones
sexuales!), ese mundo donde el fin no justifica los medios, donde yo soy igual
de importante que el que tengo junto a mí…cómo les explico todo eso hace tiempo
que no existe, y que se tienen que preparar para otro en el que pisas o te
pisan.
Me cuesta horrores sacar una
gotita de positivismo entre tanta mierda humana que generamos. Para qué
engañarnos.
1 comentario:
Efectivamente cada vez más gente parece conjugar los verbos empatizar y tolerar únicamente en pasado.
O como decía Sabina a cuento de otra cosa "cada vez más tu y cada vez más yo sin rastro nosotros"
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